Dejábamos
al endrino el mes pasado a la orilla del camino, desnudo al invierno, sin
protección y expuesto al frío y la nieve.
Estamos
tan acostumbrados a ver a los endrinos así, en las orillas de los caminos, en
los ribazos, en los lindes de los campos y bosques, que hay incluso quien
piensa que son estos los terrenos que el endrino prefiere para vivir.
También
pensará, supongo, que los estudiantes comen bocadillos para cenar porque lo
prefieren al chuletón o al menú de sidrería. Pero, igual que los jóvenes
comen aquello para lo que da el presupuesto, el endrino no elige los ribazos
para vivir: simplemente se ha acostumbrado a aprovechar el poco terreno que le
dejan.