La razón la encontramos en el inicio del
desarrollo del fruto. El endrino, como todos los árboles del género prunus
(almendros, melocotoneros, ciruelos…) florecen al final del invierno, antes de
que broten las hojas. Una vez que han polinizado las flores éstas se caen y el
pequeño fruto comienza a crecer. Este momento es el más delicado en el desarrollo
del fruto: tiene una gran fragilidad y una helada o un viento muy frío lo
dañará haciendo que se hiele. Y si la helada es intensa hará que todos los
frutos del arbusto se congelen y caigan después al suelo. Dado que las heladas
suelen darse en zonas muy localizadas es fácil comprender que el año que hay
una helada intensa en un valle concreto ninguna endrina encontraremos allí en
el otoño.
¿Por qué unos años afecta y otros no?
Evidentemente dependerá del clima: una primavera cálida permite un buen cuajado
de los frutos, una fría causará daños. Pero también influye otro factor: si el
invierno ha sido templado y durante la primera quincena de marzo el clima es
primaveral la floración de los endrinos se puede adelantar una o dos semanas.
Consecuencia: tendremos las endrinas desarrollándose con bastante adelanto lo
que hará que tengamos una o dos semanas más de riesgo de heladas. Y es que, aunque
el dicho no dice nada de abril (cuando marzo mayea, mayo marcea), todos sabemos
que después de una primavera adelantada siempre hay que coger de nuevo el
abrigo.
¿Y cómo afectan las heladas a las endrinas?
Ahí va un reportaje fotográfico: las endrinas se ponen amarillas y después
quedan negras. Y es que parece que el frío las queme.