He de reconocer que cuando me apunté al curso gratuito de
emprendedores del Club de Marketing no tenía mucha confianza porque todavía
tenía en la memoria una frase de Bucay leída en un semanario: nada bueno es
gratis. Y, aunque este personaje no me guste mucho, la verdad es que la gente
que dice muchas cosas termina acertando con alguna.
Pero no fue está la ocasión: fue un curso entretenido y, aunque
poco de lo escuchado podré aplicar al blog, por lo menos me permitió arrancar
esta entrada.
El caso es que estoy en el curso y el ponente nos dice que
el primer objetivo cuando estamos llevando un negocio es que nuestra oferta sea
clara: lo contrario hará dudar al cliente, le dejará confuso y alejará su
decisión de compra. Como todo lo trato de aplicar a mi terreno pienso que esto,
al menos, lo tengo logrado: el mismo título del blog dice lo que ofrezco. Y
pienso que en el mundo del pacharan todo es tan sencillo que la oferta siempre
es muy clara y no hay lugar a la confusión.
Pero en ese momento recuerdo que he ido retrasando el
momento de catar el pacharán Basarana. Y recuerdo la razón que ha impedido que
una botella de Basarana llegara a la mesa de cata: la confusión. Y es que bajo una misma marca, Basarana, hay tanta variedad de productos y formatos que
resulta difícil saber qué está comprando uno. Nos encontramos con pacharán Basarana
etiqueta blanca, pacharán Basarana etiqueta negra, licor Basarana 20 con
etiqueta azul, licor de endrinas Basarana 20 con etiqueta marrón en botella de
anís…
Hoy al terminar el curso me paso dedicido por un
supermercado y, aprovechando que tiene poca variedad y sólo tengo que elegir
entre etiqueta blanca o negra, me decido por el que debería tener más
calidad, Basarana Etiqueta Negra. Siempre ha sido así hasta donde yo recuerdo:
la etiqueta negra se utiliza como sinónimo de calidad o alta gama.