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Pacharán Inteligente


Estaba aquí sentado, tomando una copa de pacharán a sorbitos, como a mí me gusta, y me sentía un poco perezoso para hacer nada. Y en esa especie de sopor dominical recuerdo todo lo que me cuentan de los cambios que la inteligencia artificial ha supuesto en el mundo académico, y cómo los estudiantes utilizan la IA para lograr hacer trabajos sin necesidad de abandonar esta cómoda pereza que hoy disfruto. Entonces pienso: ¿me escribiría a mí una entrada para el blog? 

Aquí os dejo el resultado de este ejercicio. Os adelanto que, salvo por un par de palabras, sería capaz de firmarlo y apropiarme de su autoría, como los alumnos al parecer están haciendo en institutos y universidades para presentar trabajos de aspecto suficientemente elaborado en los que sólo llama la atención la sorprendente ausencia de faltas ortográficas y errores de puntuación.
 

Escríbeme un monólogo con el pacharán.

¡Por supuesto! Aquí tienes un ejemplo de monólogo con el pacharán como protagonista:

Título: "Pacharán: el elixir de la conversación"

¡Vendo pacharanes!

Leyendo en el Diaro de Navarra esa pequeña crónica en la que repasase lo que fue noticia hace 25 y 50 años era noticia encuentro el siguiente recorte de la edición del jueves 25 de septiembre de 1967: "Tan sólo en dos puestos del Mercado de Pamplona había pacharanes a la venta, en ambos casos a un precio muy alto: diez pesetas el vaso de granos (el año anterior a seis pesetas). El motivo era la escasez de este fruto silvestre que hizo que incluso acudiesen a comprarlos desde muchos pueblos".

Y tras leerlo varias veces me quedo sorprendido de todo lo que podemos averiguar en tan escasas líneas escritas hace 50 años. Primero, lo evidente: que en 1967 era habitual adquirir pacharanes (nos referimos a endrinas o arañones) en el mercado. Nada de mito, por tanto, cuando nos contaban acerca de esta costumbre y de las pacharaneras que recorrían la calle Zapaterías vendiendo endrinas, castañas y nueces durante el otoño. Costumbre la de vender endrinas en el mercado que todavía hoy se mantiene: en los mercados y mercadillos de Pamplona, Estella y muchas otras localidades navarras es fácil comprar endrinas desde el final del verano y durante todo el otoño.

Apurando la copa

Observo mi copa de pacharán y veo que en ella sólo queda un último sorbo; lo muevo en la copa y aspiro su aroma retrasando el momento de tomármelo. Porque cuando me gusta una copa siempre me da algo de pena acabarla.
Y recuerdo que no lo veía tan claro cuando la veía llena. La miraba con precaución, la olía con desconfianza, como sin querer fiarme de su atractivo aroma a nuevo, dulce y afrutado. Pero poco a poco fui tomándomela a sorbos, como a mí me gusta. Han sido 11 ya los sorbos que de ella tomé y todos los recuerdo por el sabor dulce que dejaron en mi boca. Cierto que entre sorbo y sorbo también hubo sensaciones duras y algún sabor amargo, pero al final el dulzor del pacharán siempre termina ganando a la más áspera de las situaciones.
Y ahora volteo en la copa el sorbo que me queda con una pena que no acabo de entender cuando sé que en seguida volveré a ver mi copa llena. Por eso giro de nuevo la copa y doy el último sorbo para terminar este 2016, como siempre, con el dulzor del pacharán en mi boca.

¿Un deseo para 2017? Ver de nuevo mi copa llena y poder volver a disfrutarla hasta el final a sorbos, como a mí me gusta.

Feliz 2017


Curso de cata

Me he apuntado a una cata de vinos. Sí, otra  vez, y ya no sé ni cuántas llevo. Quizás por eso el principio me suena a déjà-vu: otra vez me cuentan las fases de la cata, cómo agitar la copa, lo de los aromas primarios, secundarios,…
Por fin ya estamos catando los vinos y, como en otras catas anteriores, me vuelvo a sentir extraño entre tantos aromas. El enólogo que dirije la cata comenta que el vino tinto que ahora agito y huelo en la copa tiene “aromas minerales”; yo ya estoy a punto de preguntar qué son los aromas minerales y a qué huelen y si huelen igual todos los minerales y… pero entonces me fijo que el resto de participantes hace gestos y sonidos de aprobación. “Sí, sí, es verdad, yo también los encuentro” me escucho decir para no significarme.

Garrafón Empire


Llevo unos meses disfrutando de la serie Boardwalk Empire. Para quien no la conozca es una estupenda serie basada en la época de la ley seca en Atlantic City. Nos muestra la interconexión que entonces (¿sólo entonces?) había entre política, mafia, negocios, jueces, extorsión … Una serie muy fiel a la historia y a la que la interpretación de sus actores (desde Nucky Thompson, el político y gángster que borda Steve Buscemi hasta Nelson, el atormentado agente federal al que da vida Michael Shanon) hace que parezca que estemos asistiendo a la historia tal y como ocurrió.
Con la trama de la serie en mi cabeza leo en El País la noticia que relata el desmantelamiento de una red de contrabando de alcoholes que operaba en Galicia. Leo el artículo y me quedo impresionado: no relata una historia de los tiempos de la ley seca que relata la serie, como podría parecer, sino del libre mercado de alcoholes del 2014. Y sin embargo ahí están los movimientos de alcohol en transportes ilegales, durante la noche y cruzando fronteras. Los depósitos de plástico para guardar, mezclar y adulterar los alcoholes. Las cutres instalaciones en bajeras y cobertizos para llenar botellas y garrafas a mano. Las armas para defender las rutas de suministro y para ayudar a comprar o cerrar bocas.
Y toda esta recreación de Boardwalk Empire en la Galicia de hoy en día, ¿por qué? ¿para qué? Si es legal la venta de alcohol: lo podemos comprar en cualquier supermercado, nos lo sirven en los bares y, para la sorpresa de cualquier europeo, hasta en panaderías, pastelerías y chiquiparques. ¿Por qué, para qué es necesario traficar con alcohol?

Aguardiente de orujo

Hoy disfruto de mi momento pacharán tomando una copa de aguardiente de orujo helado a pequeños sorbos, como a mí me gusta.
Y mientras paladeo el dulce sorbo viene a mi memoria la reciente sobremesa en Ourense, compartida con amigos gallegos, extremeños y navarros. Mónica, como siempre, pide su copa de pacharán mientras que esta vez yo pido aguardiente de orujo. Vaya, dice Alcira, veo que tienes el corazón dividido. Dividido no, respondo: lo tengo compartido.

En Navarra no se bebe pacharán

Una mañana de enero de 2014 desayunábamos en Pamplona con la misma noticia en todos los diarios: la mitad del pacharán que se sirve en Pamplona es falso. Porque, al parecer, se había comprobado que la mitad de los bares en lugar de pacharán te servían un licor “de endrinas” de inferior grado alcohólico aunque con similar aspecto y sabor. Una imitación hecha para suplantar al pacharán para, aprovechando su menor coste de elaboración, aumentar el beneficio del elaborador y del hostelero. A costa, claro, del cliente engañado, que paga como pacharán la copa de ese licor de bajo grado y calidad.
Ya conocíamos este fraude y, de hecho, lo habíamos denunciado varias veces desde el blog (entrada ¿Pacharán? del 2012). Sin embargo causó gran sorpresa y revuelo en los medios periodísticos, tanto lío se armó que muchos pensábamos que poco tiempo le quedaba a este timo.
Y eso es lo que ocurrió en un primer momento: de repente ningún bar tenía licor de endrinas, no sabían ni qué era. Pero poco a poco se fue enfriando el escándalo, sobre todo cuando la inspección de Consumo decidió no tramitar las denuncias y no investigar el fraude. Lo que rápidamente fue interpretado como un consentimiento del timo y las botellas de falso pacharán volvieron a las cámaras de los bares.

Después de comer, ¿gintonic o pacharán?

El gintonic está tan de moda que incluso se introduce en la sobremesa y llega a ser visto como una copa digestiva. Entonces qué tomamos después de comer si queremos asegurar una buena digestión, ¿gintonic o pacharán?

¿Hay que esperar a la primera helada para recoger las endrinas?

Es curioso lo que uno aprende leyendo recetas para hacer pacharán. Acabo de encontrar una en la que dicen que hay que esperar a las primeras heladas para recoger las endrinas: por lo visto no hay que cogerlas antes porque no saldrá un buen pacharán.
No es nuevo esto, ya lo había oído varias veces aunque nunca lo había visto escrito. Y, como todos los mitos urbanos, este agro-mito también merece una reflexión.

Pacharán casero con orujo




Hay muchas recetas para elaborar pacharán y en casi todas ellas se incluye algún ingrediente ajeno a éste: canela, granos de café, cáscara de limón o naranja… y en muchos casos orujo.
En otra entrada (¿Se añade canela o granos de café al pacharán?) hablábamos de la costumbre de añadir canela y café y descubríamos lo equivocado de esta práctica: el intenso aroma de canela y café taparán el delicado aroma de las endrinas a poca cantidad de ellos que añadamos a nuestro pacharán.
¿Y el orujo?

El pacharán no se hace con anís

Es fácil imaginar lo que pasará por la cabeza de cualquiera al leer el título de la entrada: éste de pacharán no tiene ni p... idea. Pero también resulta fácil imaginar que, quien osa decir lo que a primera vista puede parecer un despropósito, por algo lo dirá. Así que lo mejor será permitirle explicarse.

¿Qué es el pacharán casero?

Esta pregunta es muy fácil de responder: el pacharán casero es el pacharán hecho en casa. El pacharán que todos los aficionados hacemos cada año para nuestro consumo y el de nuestra familia, igual que hay quien hace mermeladas, conservas de tomate, pimiento…
Pero ninguno de estos productos puede comercializarse y, sin embargo, continuamente nos encontramos con gentes que nos quieren vender pacharán casero: en mercadillos, en restaurantes, en bares, incluso en algunas vinotecas y tiendas de alimentación nos anuncian como caseras algunas botellas de pacharán etiquetadas y precintadas. Ocurre también con conservas y otros productos aunque mucho menos porque, por alguna razón, en esos productos está más perseguida la práctica ilegal de ofrecer como casero aquello que no lo es.
Y por culpa de esto se hace más necesario responder a otra pregunta: ¿qué no es pacharán casero?:

Hablando de encierros, San Fermines y museos




Hoy después de comer, mientras tomamos nuestra copa de pacharán, vuelve a aparecer en la conversación la polémica del museo de los sanfermines en Pamplona. ¿Es necesario? ¿Atraería turismo? Las opiniones están divididas y me decido a aportar una experiencia que tuve hace unos meses.

La historia negra del Pacharán Zoco

La visita que hace poco realicé en Dicastillo a Bodegas Palacio de la Vega, cuna del Pacharán Zoco, no tuvo desperdicio: descubrir una finca histórica totalmente desconocida para casi todos, aprender sobre el endrino, el pacharán,… 
Y quedaron entre medio más detalles que poco a poco van volviendo a mi memoria. Como la pregunta que uno de los asistentes realizó durante la cata, sorprendido porque en la degustación apreciaba el pacharán Zoco más de lo que su cabeza le decía que tenía que gustarle. Por eso no puede evitar la pregunta, ¿por qué Zoco tiene mala fama? Y, con cara de pesar, nuestro guía nos explica la historia “negra” de la marca.

Mantener los pies en el suelo


Estoy en la barra del bar después de comer tomándome mi copa de pacharán navarro a pequeños sorbos, como a mí me gusta, mientras me concentro en esta afición mía de observar al resto de clientes del bar. Hay varios en la barra, algunas mesas también están ocupadas con gente que está terminando de comer. Y me sorprendo al encontrarme con una comensal que está terminando su postre sentada sobre sus piernas cruzadas, en una postura que podríamos definir como de buda.

Pacharán en garrafa y otros garrafones


Visito con un amigo un cash de hostelería, esos supermercados dedicados a la venta de productos para los hosteleros a las que sólo se puede entrar con una tarjeta que acredite la pertenencia al gremio.
Doy una vuelta y me sorprendo por la variedad del surtido que encuentro: productos frescos, congelados y una gran variedad de marcas de conservas, vinos y licores. Me parece que hay más variedad que en muchos supermercados, sobre todo ahora que impera la moda de reducir las marcas a la blanca y a unas pocas comerciales.

¿Qué es el licor de endrinas? ¿Qué lo diferencia del pacharán?


¿Qué es el licor de endrinas? ¿Qué lo diferencia del pacharán? Mucha gente me hace estas preguntas cuando descubre que existe ese producto llamado licor de endrinas. Las primeras veces que me la shicieron simplemente di las respuestas que entiendo acertadas pero tras responder más de diez veces yo mismo me pregunté, ¿por qué esta curiosidad? Claro, lo pienso y está claro. Porque hay mucho licor de endrinas por ahí pero la gente no lo conoce: no lo pide en el bar, no lo compra en la tienda. En el bar piden pacharán, en la tienda compran pacharán. Sin embargo no saben que muchas veces ese pacharán que les han servido no lo es, y si miran el etiquetado de la botella que compraron en ningún sitio dirá que es pacharán.
Y esto, simplemente, es la mejor respuesta a la primera pregunta: el licor de endrinas es un producto que imita al pacharán, es un falso pacharán, y quien lo  elabora lo hace para que se compre y se sirva como pacharán.
Y, ¿en qué se diferencia?

Falso pacharán

Siempre me han dicho que soy demasiado curioso, que me quedo mirando todo y a todos, que se me nota mucho… Pero es difícil cambiar. Hoy me doy cuenta en este bar, debo parecer un “vigilante de la barra”, atento a los movimientos de clientes y camareros.

Doña Endrina



¡Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.

El libro de Buen Amor
Juan Ruiz Arcipestre de Hita
Obra del Siglo XIV 

Así describía el Arcipestre de Hita a su amada Endrina. Vale, de acuerdo que no se refería a nuestra endrina, el fruto del endrino, pero algo tendrá para que en ella se inspirara para dar nombre a la joven viuda por cuyos amores sufría.
Porque, cuando el Arcipestre de Hita asociaba la endrina con las virtudes de su amor, seguro que ya antes se había deslumbrado por las virtudes del fruto: su bonito y aterciopelado color, con ese llamativo azul que cubre su negra piel. Su aroma elegantemente afrutado, suave en nariz pero intenso en la boca. Y sus ya entonces conocidas propiedades digestivas que convirtieron a la endrina en materia prima de medicinas.
Pero llama la atención que, mientras que en castellano casi siempre nos referimos al fruto del endrino como endrina, sólo en Navarra y alrededores, donde durante cientos de años las hemos recogido para hacer nuestro pacharán, sus frutos son conocidos como arañones. Siempre he pensado que esta acepción, arañón, procede directamente del uso del fruto, del conocimiento directo de cómo es su recogida. Por supuesto me refiero a los arañazos con que el endrino, arbusto espinoso, defiende sus frutos de quien quiere robárselos.
Asociamos el arañón con los pinchos, con los arañazos. Y reflejamos en su nombre tanto la rudeza del arbusto como las características agrestes del fruto: su pronunciada acidez, su astringencia, su falta de dulzor. Porque nos comemos un arañón y descubrimos que no sólo con los pinchos defiende el arbusto a su fruto: también lo defiende negándole el dulzor y siendo generoso con la acidez para que pájaros, animales y casi todos los humanos rechacen comerlos. Menos, por supuesto, los amantes del pacharán, que siempre hemos vencido esta estrategia defensiva del arañón para conseguir fundirlo con el anís en nuestro rojo y dulce licor.
Y seguro que, como nosotros, también el Arcipestre conocía ese otro lado espinoso, áspero y ácido de la endrina que bien podría haber identificado con las respuestas ariscas con que su amada intentaba alejarlo en el inicio de su romance. Pero también él venció ese rechazo inicial y con su insistencia consiguió un final feliz para el cantar: “Doña Endrina y Don Melón en uno casados son”.

El color de Papá Noel

Se acercan las navidades y, como todos años, los compañeros de trabajo lo celebramos con la tradicional comida de navidad. Convertimos la navidad en una excusa para pasar un buen rato juntos, comiendo pero, sobre todo, compartiendo una larga sobremesa en la grata compañía del pacharán navarro.

Y estamos tomando nuestra copa cuando surge la pregunta de si somos de Reyes. de Olentzero o de Papá Noel y alguien comenta que el último es una invención de marketing, que incluso Coca Cola le cambió el color desde su verde original al actual rojo y blanco. Me sorprende mucho oír esto pero, al ver que los compañeros a mi alrededor conocen la historia, prefiero no evidenciar mi ignorancia sobre tan importante asunto y dejo para otro momento la solución a las dudas que esto me plantea.
Y es hoy cuando, justo antes de que llegue la noche de Navidad, decido aprovechar mi momento pacharán para indagar sobre ello leyendo páginas en internet entre sorbo y sorbo de pacharán. Me encuentro en primer lugar con la historia de San Nicolás de Bari en lo que se supone es el inicio de la leyenda de Papá Noel. Nicolás, nacido ¡en el año 280! en la actual Turquía, se convirtió en obispo de Mira y fue muy querido por sus buenas acciones, muchas de ellas a favor de los niños. Además de varios milagros se le adjudica la entrega en secreto de monedas de oro a niñas que no disponían de la dote suficiente para casarse. La forma de entrega ya resulta familiar: entraba a escondidas por la ventana y ponía las monedas en los calcetines de las niñas, que colgaban en la chimenea para secarlos.