Mi amiga Pilar me dice que ella tiene lo que llama su “momento pacharán”: ese rato que pasa con una copa de pacharán navarro después de la comida de amigos, un momento mágico por la transparencia de la conversación: la amistad es profunda y allí todo se conoce, éxitos, penas, alegrías, tristezas, preocupaciones… y junto a la copa de pacharán se pueden compartir sonrisas y lágrimas, alegrías y preocupaciones…
Qué bonita idea la del “momento pacharán”. Seguro que muchos tenemos ese momento y, sin embargo, para cada uno tiene un significado distinto.
Para mí es algo más solitario e íntimo: mi copa de pacharán navarro en el sillón después de la cena, con música y una novela. Da igual qué haya pasado durante el día: terminará con la suavidad del pacharán, con un recuerdo dulce en la boca cuando llegue el sueño y la hora de acostarme.
Me gusta mucho el “momento pacharán” del padre de mi amigo Xavier: siempre hay que aprender de los mayores. Su momento pacharán lo adelanta a la mañana, con un chupito de pacharán después del café del desayuno. El pacharán le quita el amargor del café, también le alivia estos otros amargores que le ha dejado la vida y con los que, muchas veces, no tenemos más remedio que vivir. “Me endulza la vida”, dice.