Una
mañana de enero de 2014 desayunábamos en Pamplona con la misma noticia en todos
los diarios: la mitad del pacharán que se sirve en Pamplona es falso. Porque,
al parecer, se había comprobado que la mitad de los bares en lugar de pacharán
te servían un licor “de endrinas” de inferior grado alcohólico aunque con
similar aspecto y sabor. Una imitación hecha para suplantar al pacharán para,
aprovechando su menor coste de elaboración, aumentar el beneficio del elaborador
y del hostelero. A costa, claro, del cliente engañado, que paga como pacharán
la copa de ese licor de bajo grado y calidad.
Ya
conocíamos este fraude y, de hecho, lo habíamos denunciado varias veces desde
el blog (entrada ¿Pacharán? del 2012). Sin embargo causó gran sorpresa y revuelo
en los medios periodísticos, tanto lío se armó que muchos pensábamos que poco
tiempo le quedaba a este timo.
Y
eso es lo que ocurrió en un primer momento: de repente ningún bar tenía licor
de endrinas, no sabían ni qué era. Pero poco a poco se fue enfriando el
escándalo, sobre todo cuando la inspección de Consumo decidió no tramitar las
denuncias y no investigar el fraude. Lo que rápidamente fue interpretado como un
consentimiento del timo y las botellas de falso pacharán volvieron a las
cámaras de los bares.
Es
fácil comprobar que hoy, 8 meses después del escándalo, todo sigue igual si no
peor: voy a un bar de la calle San Nicolás y pido un chupito de pacharán.
Compruebo cómo saca de la cámara una reconocible botella de
“licor de endrinas” Atondo para servirme y, cuando le pregunto si es pacharán, sin ninguna vergüenza me
responde “es lo que servimos como pacharán”. A lo que sigue un diálogo
increíble, sobre todo cuando estamos en la cuna del pacharán: “¿Quieres decir
que no tienes ninguna botella de pacharán?”. “No, sólo tengo esto”. No sé si el
calificativo
“esto” lo usa por su significado peyorativo o simplemente para
diferenciarlo del pacharán, pero desde luego resulta sorprendente la ausencia
de existencias del producto local cuando tras el camarero se ven perfectamente alineadas 12
botellas de ginebra en una estantería.
De
allí a Estafeta donde lo único que cambia es la respuesta del camarero “sí,
claro que es pacharán”, aunque lo dice alejando rápidamente la misma botella
de licor como si tuviera miedo que pudiera leer lo que dice en letras pequeñas en su mínima etiqueta.
Y
termino el día con sensación de vergüenza por mi incapacidad para enfrentarme a
quien me está engañando, porque una y otra vez termino agachando la cabeza para
no discutir. Pero sobre todo me siento indignado porque quienes tienen que
defendernos de los abusos, los inspectores del departamento de consumo, parecen
ser tan incapaces como yo de enfrentarse a quien repetidamente nos engaña. Son
ellos quienes deberían defendernos pero, al contrario, con su falta de castigo
están aceptando la práctica del engaño y promoviendo que se haga con descaro.
En
fin, una pena porque por el comportamiento de unos cuantos hosteleros podemos terminar sospechando de todos para que, como siempre, terminen pagando justos por pecadores.
Esperemos
que al final los navarros no tengamos que aprovechar los viajes a Madrid, a
Galicia, las vacaciones en la costa… para tomarnos tranquilamente una copa de
nuestro pacharán navarro. Aunque hoy recuerdo con envidia cómo en sus bares
siguen estando las botellas de pacharán a la vista en la estantería, y en ellos
todavía puedes elegir una u otra marca de pacharán sin necesitad de estar
vigilando de qué es en realidad la botella de la que te sirven.