Siempre me han dicho que soy demasiado curioso, que me quedo mirando todo y a todos, que se me nota mucho… Pero es difícil cambiar. Hoy me doy cuenta en este bar, debo parecer un “vigilante de la barra”, atento a los movimientos de clientes y camareros.
Por eso veo que un cliente pide una copa de pacharán. Y observo cómo el camarero saca de la cámara, debajo de la barra, una botella de las tradicionales de anís. Es curioso cómo su mano cubre toda la etiqueta de la botella, está claro que no es el azar lo que llevó allí su mano. Consigue su objetivo: no puedo leer lo que pone en la etiqueta. Aun así, como buen pacharanero que soy, reconozco la botella: es licor, no pacharán navarro.
Llevo un tiempo viéndolo por bares y restaurantes. Intentan servírmelo como pacharán navarro cuando no lo es y tiene menor calidad, quieren cobrármelo como pacharán cuando a ellos les cuesta mucho menos, quieren que lo acepte aunque no es lo que les he pedido…
Qué pena, no aprenderemos nunca. Comemos espárragos navarros de China, alcachofas navarras de Murcia, pimientos navarros de Marruecos… ¿ahora es el turno del pacharán navarro de… de dónde?
Veo cómo el camarero sirve la copa y cómo el cliente, enfrascado en su conversación, no detecta el engaño. Esa suerte tienen, si no este cliente haría lo que yo: sentirse engañado y no volver nunca a este bar.