Y esa palabra, esperando, nos lleva a la reflexión.
Porque qué poco aficionados somos ya a ese verbo, esperar: vemos cualquier cola y ya nos desespera ya sea en la consulta del médico, en la carnicería o en la oficina de hacienda. Vivimos en la cultura de lo inmediato: en cuanto pensamos comprar algo lo pedimos por Amazon para tenerlo al día siguiente. Queremos comer bien y, en lugar de ir al mercado a comprar carne y verduras para un buen guiso, nos vamos directos al restaurante.
Por eso hacer pacharán casero parece ser ir a contracorriente porque, como dice Jesús, hay que esperar. Recogemos las endrinas, las ponemos a macerar en el anisado y hay que echarle paciencia: tendrán que pasar tres meses para que podamos probar el resultado.
Y claro, antes de probar el pacharán es posible que leamos la receta del anisado en el blog del pacharán y en ese momento se nos ocurra: tenía que haberlo hecho en lugar de comprar aquella garrafa de plástico con anisado. Sí, en cuanto pueda lo haré yo mismo...
O nos damos cuenta de que coger las endrinas a primeros de septiembre no fue buena idea, podíamos haber esperado a primeros de noviembre como nos recomendaron, porque entonces ya hacía más fresco y hasta habían caído unas gotas que seguro ayudaron a madurar las endrinas. La próxima vez…
Y entonces sí que tenemos que esperar, esta vez hasta el año que viene, para poner en práctica las nuevas ideas y consejos.
Sí, hacer pacharán es un buen ejercicio de paciencia.