Estoy dando un sorbo de pacharán en la barra del bar apreciando su paso amable por el paladar cuando otro cliente deja el periódico a mi lado. Me sobresalto con los titulares de su portada, son tan directos y descarnados que casi ofenden. “Descalabro”, “Quiebra”, “Rescate”… En un acto reflejo doy la vuelta al periódico ocultando su portada.
Y recuerdo que hace ya bastantes años, cuando de chico comenzaba a leer el periódico, me acostumbré a leerlo de atrás hacia delante. No me interesaban las noticias políticas ni económicas, supongo, y sí los deportes.
Hoy paso las páginas desde atrás, como en aquellos años. Comienzo sonriendo con las viñetas y noticias divertidas de la última página. Leo en la agenda cultural del fin de semana que hay algún concierto interesante, incluso encuentro alguna recomendación de restaurantes y recetas.
Llego a los deportes y leo algunas noticias que son nuevas para mí antes de llegar a las de fútbol, esas ya las conocía porque que las han repetido hasta el aburrimiento por televisión y radio.
Continúo pasando páginas y veo el crucigrama: ya hace años que no lo hago. Sigo con las noticias culturales y de sociedad. Aparecen las noticias de sucesos y veo que estoy llegando a terreno peligroso: en cualquier momento pueden reaparecer los descalabros, hundimientos y rescates financieros. Prefiero cerrar el periódico y continuar con el sabor amable de mi pacharán.
Termino mi copa y dejo periódico en la barra pero, esta vez de forma premeditada, lo coloco boca abajo ocultando la portada. Siempre es mejor, pienso, dejar a la vista la cara amable. De las personas. De las cosas. También de las noticias.