Y
cuando nos preguntamos por el origen del licor de anís en el que maceramos el
pacharán, ¿podíamos aplicar un razonamiento similar? Intentemos hacerlo.
¿Cómo eran los alcoholes cuando se comenzaba a hacer pacharán, hace más de 500 años? En nuestra tierra se destilaban alcoholes vínicos, es decir primero se elaboraban los vinos que luego destilaban para obtener el alcohol. Aquellos vinos nada tenían que ver con los de hoy en día: eran el resultado de fermentaciones sin control de temperatura, sin sulfuroso para protegerlo, sin enólogos ni bodegas limpias, sin conocimiento de la fermentación ni de la correcta conservación. Vinos malos, para qué vamos a engañarnos, que si se bebían en abundancia era en parte porque peor todavía era el agua: la potabilización del agua sólo se descubrió a mediados del siglo XIX y hasta entonces la única forma de ingerir líquidos sin riesgo de contraer enfermedades era beber vino.
¿Cómo eran los alcoholes cuando se comenzaba a hacer pacharán, hace más de 500 años? En nuestra tierra se destilaban alcoholes vínicos, es decir primero se elaboraban los vinos que luego destilaban para obtener el alcohol. Aquellos vinos nada tenían que ver con los de hoy en día: eran el resultado de fermentaciones sin control de temperatura, sin sulfuroso para protegerlo, sin enólogos ni bodegas limpias, sin conocimiento de la fermentación ni de la correcta conservación. Vinos malos, para qué vamos a engañarnos, que si se bebían en abundancia era en parte porque peor todavía era el agua: la potabilización del agua sólo se descubrió a mediados del siglo XIX y hasta entonces la única forma de ingerir líquidos sin riesgo de contraer enfermedades era beber vino.
Es
fácil imaginar qué vinos se destilaban: supondremos que tendrían la perspicacia
de guardarse para beber los menos malos y el resto, los peores, los destilarían
utilizando también unos medios rudimentarios. Por supuesto sin tener ni idea de
qué son el metanol ni los alcoholes superiores que tendrían que eliminar. ¿Resultado? Destilados que mantendrían olor a acético y
otros peores, con todas las impurezas de las malas fermentaciones si separar…
Alcoholes agresivos en la nariz, rasposos en el paladar y que provocarían
grandes resacas después de consumirlos… si no la ceguera y la muerte. Porque
también podemos recordar que la expresión cogerse un ciego (emborracharse)
tiene su origen en la ceguera que producía el consumo de estos alcoholes mal
destilados con presencia de metanol.
Los
aguardientes por tanto eran muy malos: rasposos, duros, muy agresivos… Por ello
no es sorprendente que a alguien se le ocurriera añadir en su destilación algún
producto de aroma dulce, refrescante y agradable con el que tapar tanto defecto y facilitar su
consumo. Porqué no utilizar semillas de anís, por ejemplo, ya conocidas en esa
época y valoradas por su aroma.
Con
el aroma anisado podían tapar los malos
aromas de los destilados pero seguirían siendo rasposos en la boca… hasta que
alguien añadiera azúcar para suavizarlo con su dulzor y su cremosidad. Y así,
por mejorar un mal destilado, acabamos de inventar el anís.
Seguramente
el invento se popularizó rápidamente y se extendió la costumbre de consumir así
los alcoholes. Y como éste era el alcohol habitual en nuestra zona en él se
maceraban las endrinas para elaborar el pacharán.
Qué
origen más poco refinado, pensarán algunos, seguramente desconociendo que otros
productos asociados a una gran calidad encuentran explicaciones similares en su
origen. Si alguien nos explicara la historia de la invención del vino espumoso más famoso del mundo, por
ejemplo, nos sorprenderíamos al saber que la bebida más finolis de todas tiene
un origen muy parecido: hacer bebible un vino elaborado con uvas verdes, sin
madurar por el húmedo y frío clima del norte de Francia, vinos de poca
graduación y una altísima acidez que los hacía imbebibles sin adicionar azúcar
que enmascarara su acidez… azúcar que posteriormente fermentó en algunas
botellas de un monje llamado Dom Pierre Pérignon.
Todavía
hoy los elaboradores del famoso espumoso siguen usando azúcar para enmascarar la acidez. Muy distinto
es el caso de los anises: nada tienen que disimular con su aroma ahora que se
utilizan alcoholes neutros para su elaboración, alcoholes sin ningún aroma y
sabor que permiten por ello disfrutar plenamente de los aromas dulces,
balsámicos y refrescantes de nuestros anises. Y del pacharán que con ellos
seguimos elaborando.