La
semilla del pacharán es la semilla del endrino, pensarán algunos. Pero los
asiduos al blog ya sabemos que la endrina no tiene semilla, tiene hueso. ¿Cuál
es la semilla del pacharán, entonces?
Para
encontrar la respuesta tenemos que conocer más acerca de la elaboración de la
segunda materia prima del pacharán: el anís. Porque cuando los aficionados al
pacharán pensamos en anís visualizamos la botella de anís o la garrafa de
anisado que usamos para macerar el pacharán. Y pocas veces nos preguntamos cómo
se elabora el anís.
Si
buscamos información encontraremos que el anís es una bebida muy arraigada, y
no sólo en España sino en toda la cuenca del Mediterráneo. De la misma forma
que aquí conocemos el anís en Italia llaman sambuca a una bebida similar. Bebida
que en Grecia conocen por ouzo. Y en Turquía llaman raki.
¿Cómo
es posible que la misma bebida sea tradicional en regiones tan dispares en
costumbres? La razón la encontramos en lo que todos tienen en común: el clima
mediterráneo, que hace que los mismos cultivos y plantas se puedan encontrar en
cualquiera de estas regiones. Efectivamente podemos encontrar olivos, viñas,
cítricos… en cualquiera de ellos. Y también una hierba conocida como anís verde
o anís matalahúva o anís matalahúga.
Esta
planta, de nombre botánico Pimpinela
anisum, alcanza una altura de hasta un metro y produce unas semillas que
contienen un aceite esencial de gran riqueza en anetol. Este aceite es el que
confiere a las semillas su valor, tanto por su aroma como por sus propiedades.
Y es que éstas son numerosas: favorece la digestión, mejora el apetito, alivia
los cólicos infantiles de los bebés lactantes, también náuseas y flatulencias. Además
estimula la producción de leche en las madres lactantes y, al pasar a la leche
materna, el bebé puede beneficiarse de sus propiedades si la madre lo consume.
Cierto
es que mucha gente ya no hace caso de estos remedios naturales y prefiere
recurrir a los medicamentos de farmacia. También es cierto que si éstos leyesen
los componentes del medicamento que compran para aliviar los cólicos de sus
bebés encontrarían que el anetol es el principal de sus ingredientes.
Pero,
con tan numerosos beneficios que aporta, no es de extrañar que todavía sea muy
conocida la infusión de anís, ya esta es la forma de aprovechar las propiedades
de las semillas: colocar un sobrecillo de infusión en un tazón de agua
hirviendo. Es fácil encontrar en cualquier supermercado infusiones de
manzanilla con anís y uno de sus sobres es la mejor manera de conocer las
semillas: lo abrimos y descubrimos en su interior unos pequeños granos que
recuerdan al alpiste mezclados con flores de manzanilla. Si tomamos unas
cuantas de esas pequeñas semillas de anís entre los dedos índice y pulgar y los frotamos conseguiremos que
el aceite esencial quede adherido a las yemas de los dedos. Sólo tenemos que
acercarlas a la nariz para sorprendernos de su fresco aroma, balsámico y con
notas de regaliz, que nos permite viajar a aquellos tiempos de la infancia en
que la abuela nos obsequiaba con unas bolitas de anises, pequeños caramelos con
el mismo aroma que hoy tenemos en los dedos.
Después
podemos preparar la infusión y ver cómo estos aromas son extraídos por el agua
hirviendo: la taza todavía humeante llena la cocina de aromas anisados. Y al
tomarlo apreciamos el suave paladar, con notas dulces que hacen innecesario
echar mano del azucarero para disfrutar de un trago que, las sensaciones no
engañan, será tan digestivo como placentero.
Y,
ahora que conocemos el origen del anís y sabemos cuál es la semilla del
pacharán, surge una nueva pregunta: ¿cómo
se elabora el anís para hacer el pacharán?