Pacharán con cabeza


Estoy de nuevo en la barra de un bar después de cenar, disfrutando mi copa de pacharán navarro a pequeños sorbitos, como a mí me gusta. Y “sin querer” escucho la conversación de mis vecinos de barra: al parecer varios de ellos están de acuerdo en que el pacharán es cabezón.
Uno de ellos basa su opinión en su experiencia juvenil. Al parecer en su casa el mueble bar estaba bien surtido de pacharán (como en toda casa navarra que se precie) y a nuestro amigo le pareció buena idea tomarse un trago. Le gustó (este detalle no resulta sorprendente) y su dulzor le animó a continuar bebiendo. Casi toda la botella, le escucho. Bueno, pienso, todos solemos exagerar al recordar. En lo que quizás no exagere es en el resultado: buena melopea y al día siguiente un dolor de cabeza impresionante. Sorprendentemente le escucho culpar del dolor de cabeza al pacharán, que es cabezón, en lugar de a su mala cabeza que le llevó a beberse esa botella de pacharán de su recuerdo con 14 añitos.
Uno de sus compañeros está de acuerdo, el pacharán es cabezón. Y cuenta que hace varios años tomaba copas de pacharán por las noches pero dejó de hacerlo: por las mañanas tenía mucha resaca, porque el pacharán es cabezón. Sus compañeros entonces bebían gintonics en los mismos bares y también tenían dolor de cabeza al día siguiente: porque en esos bares les daban garrafón. 
Es curioso, esos amigos parece que siguen bebiendo gintonics, ahora de marca y en buenos bares, y no les da resaca. A mí me ocurre lo mismo: bebo pacharán navarro, con origen y marca, y nunca he tenido esas resacas.
Y pienso que lo que hay que tener es cabeza: consumir con responsabilidad, midiendo las copas, y con inteligencia, pidiendo calidad: pacharán navarro.