Estoy de nuevo en la barra disfrutando mi copa de pacharán navarro a pequeños sorbitos, como a mí me gusta. Y viene a mi memoria la canción que escuchaba esta mañana en el coche. Un grupo poco conocido, Le Punk, cantaba “No se puede vivir del recuerdo. Ni vivir sin recordar”.
Me pregunto qué tienen el aroma y el sabor del pacharán que estimulan nuestra memoria y nos hacen recordar.
Tomando una copa de pacharán con los amigos cuántas veces escucho: “Recuerdo…” “¿Recuerdas…?”
Son siempre escenas de momentos pasados hace bastantes años. Escuchas que hace unos años ibas al río y pescabas media docena de truchas cualquier tarde… Que cuando la mili sí que hacía frío, no ahora que nos quejamos de todo... La de días de clase que alguien pasó jugando al futbolín...
Recuerdos alegres o tristes que siempre son contados con una sonrisa. Hasta los recuerdos más amargos quedan endulzados por el sabor del pacharán. Parece que quien lo cuenta hasta eche de menos aquel terrible frío de la mili en Burgos.
Hoy tomo mi copa de pacharán solo y sólo escucho mis propios recuerdos. Me hablan de personas que ya se fueron. De partidos en el frontón, casi todos perdidos. También de días de ríos y truchas que no volverán. Recuerdos en apariencia tristes que, sin embargo, me transmiten bienestar: los revivo con sensaciones dulces en la boca y sensibilidad en la piel.
Veo junto a mi copa el periódico deportivo del día y lo abro para ver cómo pinta la liga este año. Porque ya lo dice la canción, “no se puede vivir del recuerdo”.
Ni vivir sin recordar.