Hoy he comido en uno de los mejores restaurantes de Pamplona con un grupo de amigos. Me lo han recomendado por ser uno de los más representativos de la cocina tradicional navarra y bien que se nota por cómo hacen gala de los productos navarros.
Nada más leer la carta queda clara la referencia a los platos tradicionales de Navarra. Ahí están los entrantes con sus verduras: la alcachofa, la menestra, los pimientos del piquillo, el cardo... y en todos identifican la zona de procedencia.
En las carnes sigue presente la marca Navarra: cordero, gorrín, ternera... todos criados en Navarra como bien destacan al recitarnos la carta.
Los pescados son nuestro problema, claro, pero lo solucionan bastante bien con varios platos de bacalao que, siempre he pensado, es el pescado de interior.
La carta de vinos muy amplia, pero la mitad de ella (la primera mitad, por supuesto) dedicada a nuestros vinos navarros.
Hemos terminado ahora mismo el postre, entre ellos pudimos elegir la cuajada de leche de ovejas de la Ulzama aunque hoy nos hemos decantado por un queso curado para acompañar el vino que quedaba en la botella.
Veo que ya nos sacan los cafés que hemos pedido y le decimos al camarero que tomaremos una copa. Ya me estoy imaginando que nos ofrecerán Pachará Navarro junto a una explicación de su centenaria tradición en Navarra cuando para mi sorpresa llega el responsable del restaurante con unos chupitos y una bandejita en la que descansan tres frascas con líquidos de diferentes colores. Están empañadas por fuera pero distingo una roja, otra amarilla, la última lechosa. ¿Qué es esto? pregunto. Son nuestros licores caseros, cortesía de la casa.
Inmediatamente me doy cuenta de que en la mesa todos me miran a mí. Y es que, siempre que hay alguna duda con los vinos o con los licores, ocurre lo mismo: como confunden mi afición con conocimiento siempre esperan que sea yo quien resuelva las dudas. Así que pregunto por el origen casero, si cogen las endrinas y lo maceran ellos mismos... Un amigo duda en voz alta si es legal vender licores en frascas sin identificar y sin precinta y entonces el responsable del restaurante reacciona y, intentando arreglar la situación, nos dice que en realidad no es "casero casero", que lo compra a granel a un elaborador de Navarra y que, por supuesto, aunque no tenga etiqueta ni se identifique su origen, es pacharán de toda confianza...
Como yo me he quedado callado ante el lío del pacharán casero que de repente resulta no ser casero pero sigue siendo de confianza una amiga zanja la situación pidiendo la cuenta. Se lo agradezco porque yo ya estaba empezando a preguntarme si el origen de los productos de la carta era de la misma confianza.
Esperando la cuenta echamos de menos la copa de Pacharán Navarro. Y la ausencia de esos sorbitos dulces y afrutados consiguen que termine esta comida con un amargor que, sin duda, siempre asociaré a partir de ahora al nombre de este no tan estupendo Restaurante del Reyno.