Pacharán y navidad



Las navidades nos traen recuerdos a todos: el árbol de Navidad, el pavo, los turrones. Los recuerdos pueden llegar a rivalizar entre sí: los Reyes Magos, el señor Noël, el Olentzero…
Los recuerdos también pueden ser muy personales. Para mí, por ejemplo, las navidades siempre vienen acompañadas de un sabor. El sabor del pacharán.
Cuando era niño, a finales de septiembre acompañaba a mis padres a recoger arañones, o endrinas como se conocen fuera de Navarra. Los poníamos a macerar en anís y, al comienzo de las Navidades, cuando ya estaba en casa por vacaciones del colegio, llegaba el momento de separarlos del anís.
Qué curioso me parecía de crío que lo que pasábamos a la otra botella en realidad ya no fuera anís y desde ese momento se llamara pacharán.
Separábamos, pues, el pacharán de los arañones. Los arañones, inundados del dulzor y el aroma del anís, los guardaba mi padre en un bote y, durante las navidades, algunas tardes, me dejaba comer algunos. Recuerdo que su sabor me duraba mucho en la boca. También que, mientras me duraba su sabor, no parábamos de reírnos. Tardé unos años en comprender qué es lo que me hacía reír en esas tardes de juventud.
Y todavía hoy, mientras disfruto de una copa de pacharán navarro, me acuerdo de las navidades.