Terminamos
la comida familiar y ocurre lo de siempre: los niños huyen de la mesa al sofá a
jugar con la electrónica mientras los demás, los adultos, nos quedamos en la
mesa tomando una copa de pacharán navarro.
Es
curioso el nombre que hemos puesto en la familia a los juegos de los niños: la
electrónica. Ya no nombramos los juegos, ni tan siquiera conocemos sus nombres:
decimos simplemente que juegan a la electrónica. Sabemos también que sería inútil
intentar conocerlos porque normalmente cambian de juego cada 10 minutos, también
sabemos que los juegos entre los que eligen son distintos cada semana. Qué tiempos aquellos en que
el juego era el parchís durante dos años, luego el monopoly otros dos o tres
años... lo recuerdo y vuelvo a sentirme un viejo prematuro.
Hoy
me sorprende un juego que tienen en el ipad, y si lo he conocido es porque de
vez en cuando nos piden ayuda. Se trata de adivinar la marca del logo que
aparece en pantalla; claro, hay que adivinarla y luego escribirla. Crees al
principio que la dificultad es adivinarla pero, cuando lo consigues, descubres la
segunda: cómo leches se escribía esa palabra...
Hace
tiempo que somos conscientes de que hemos puesto logo a todo: para difundir una
marca, una idea, un concepto... utilizamos logos o representaciones gráficas
para todo. Pero hoy jugando me doy
cuenta de que, si bien conseguimos el objetivo de transmitir una idea con
cuatro trazos, muchas veces es a costa de perder aquella otra representación de
las ideas que eran las palabras escritas. Por eso veo con los niños un logo que
todos sabemos qué significa pero que al mismo tiempo todos somos incapaces de
recordar la palabra con la que debía estar asociada. Y si la recordamos luego
resulta que no sabemos escribirla.
Desesperado
después de escribir ocho veces la misma palabra de origen inglés sin al parecer
acertar con la distribución correcta de las letras (alguna letra me ha de
faltar porque creo que no me quedan más combinaciones) me sirvo otro poco de
pacharán. Entonces me quedo mirando el logo del Pacharán Navarro que figura
destacado en la botella y pienso: qué gran acierto aplicar un logo reconocible pero
mantener la escritura de aquello que representa debajo. Así vemos la rama de
arañones (endrinas dirán algunos) y los reconocemos como la esencia del pacharán,
pero también leemos debajo Pacharán Navarro para tener claro que producto y
origen siempre deben ir unidos.
Ya
de noche, mientras escribo estas líneas durante mi momento pacharán, recuerdo la divertida
canción Logo de Kevin Johansen.
Seguramente ambos (canción y autor) pasaron desapercibidos para muchos pero
internet me permite hoy compartirla con quienes seguís el blog.
Gracias por leer y, ahora, toca escuchar.