Terminando la comida de celebración el ambiente está muy distendido. Eso siempre significa voces más altas de lo necesario, risas como para que en la calle se enteren de lo bien que nos lo pasamos… Y cuando llegan las copas se comienzan a escuchar las primeras canciones.
Hoy presto especial atención a quien se levanta con la copa de pacharán navarro en la mano porque dice que va a cantar la canción del pacharán. Y entona el estribillo “pacharán más de mil años, muchos más…” A partir de ahí las risas siguen en aumento de forma que la canción deja de escucharse, bien porque el cantante ha callado o porque queda tapada por las voces y risas… de forma que sólo he podido escuchar el pegadizo estribillo.
Y me doy cuenta de que esto es algo que me suele ocurrir: son muchas las canciones muy conocidas que, quizás de tanto escucharlas, quedan reducidas a una estribillo demasiado pegadizo, cuando no a una frase, mientras el resto de la canción queda como escondido, tapado tras esa frase o estribillo tan reconocible que impide que recordemos nada más.
Es lo que me ocurre a mí con esta canción, “la del pacharán”. Por eso hoy en mi momento pacharán de nuevo utilizo el que ha resultado ser el mejor remedio para mi mala memoria: abro Google, esta vez para rescatar las líneas que vienen después del pacharán más de mil años. Y encuentro que hay líneas antes y después:
no soy nada, no tengo vanidad
de mi vida doy lo bueno
soy tan pobre, qué otra cosa puedo dar
pasarán más de mil años, muchos más…
y en la boca llevarás sabor a mí”.
Y pienso que realmente parece la canción del pacharán porque cualquiera puede pensar que de él habla la canción.
No soy nada, no tengo vanidad. Porque no hay licor menos vanidoso que el pacharán, un licor del que siempre destacamos como una de sus principales virtudes que cualquiera puede hacerlo en su casa. Tal es su sencillez, su modestia, que se elimina cualquier misterio en su elaboración: aquí no hay enólogo ni maestro ronero que valga porque cualquiera en su casa ha hecho o puede hacer su propio pacharán.
De mi vida doy lo bueno. Qué vamos a decir, todo es bueno en el pacharán: su aroma y sabor amables, suaves y afrutados. Y por supuesto esas propiedades digestivas a las que está asociado desde su origen.
Soy tan pobre, qué otra cosa puedo dar. Volvemos a la modestia: solemos ver al pacharán como ese licor tradicional de a pié, ese licor de siempre en la casa del pueblo, en la tasca, en el restaurante de carretera.
Pasarán más de mil años, muchos más. Quinientos años han pasado ya desde cuando se comenzó a escribir sobre su presencia en Navarra y, por qué no, otros 500 pasarán. Más de mil años, entonces, quizás incluso muchos más.
Y en la boca llevarás sabor a mí. Porque cualquier consumidor de pacharán sabe que un sorbo de pacharán se queda en la boca y nos acompaña un buen rato mientras hablamos en la sobremesa, vemos la televisión o estamos en el bar… Y mantenemos ese sabor en la boca hasta que damos otro sorbo y ese sabor vuelve a aumentar… y en la boca llevarás sabor a pacharán.
Me doy cuenta de que tenía razón el señor que se levantó a cantar con la copa en la mano: porque está claro que el pacharán tiene su canción.
Te recomiendo escucharla a través del enlace mientras disfrutas de una copa de pacharán a pequeños sorbos, como a mí me gusta. Y anímate a cantarla tú también en la próxima celebración.