Porque es cierto, cómo iba nadie a imaginar a un endrino escribiendo un diario. Un endrino, esa planta espinosa que crece en los terrenos que los demás desprecian: ribazos, lindes de fincas y bosques; y al que nos referimos siempre como arbusto sin darnos cuenta de lo despectivo que puede parecer, tan sólo un poco por encima del matojo.
El endrino, desde tan modesta posición, nunca
podría pensar que tiene suficientes cosas que contar como para escribir un
diario. Nunca pecará de orgulloso como la rosa, por ejemplo, tan pagada de sí
misma que enseguida nos contaría lo delicada que es, los cuidados que tenemos
que darle… y hasta nos convencería para cubrirla para que el viento no la
perjudique.
El
endrino, sin embargo, no tiene qué le proteja, y llega al invierno desnudo: las
hojas ya las perdió con los vientos de otoño. Y estoicamente soporta la nieve,
el frío, la lluvia…
Cuando
paseamos en invierno cuesta distinguirlos en los ribazos, convertidos en una
simple estructura leñosa casi cubierta de matas y zarzas. Pero si nos fijamos
bien y los descubrimos es cuando mejor podemos apreciar cómo sus ramas y pinchos parecen formar una
armadura con la que protegerse.
Porque
por los caminos y campos pasean corderos a los que nadie dibujó un bozal y se
comen los brotes verdes de las hierbas y los arbustos. También cada año se
comen los brotes tiernos de los endrinos, dándoles esa forma redondeada e
impidiéndoles casi siempre alcanzar mayor envergadura. No pueden los corderos
sin embargo llegar a lo que el endrino anhela proteger: las ramas interiores en
las que crecen los frutos que asegurarán su reproducción. Para evitarlo tiene
pequeñas ramas que lignifican formando auténticas espinas de madera que pinchan
y arañan a cualquier animal, aunque sea humano, que quiera introducir su mano
para coger un fruto.
Quizás
por eso en enero todavía quedan algunos frutos en los endrinos silvestres. Los encontramos
en
el interior del arbusto, tan protegidos por la estructura de pinchos que
todos los respetaron.
Si
cogemos uno de estos frutos vemos que está totalmente pasificado y seco: si lo
rascamos debajo de la piel sólo queda el hueso. Lo soltamos y cae pesado al
suelo: quién sabe, quizás el próximo año brotará un nuevo endrino.
¿Quieres leer todo el diario del endrino en orden?