Esta
es la primera duda que podemos tener cuando llegamos a casa con las endrinas
recién recogidas: ¿las lavamos o no?
Las
endrinas silvestres no tienen evidentemente ningún riesgo de contener restos de
tratamientos como puede ocurrir con melocotones y ciruelas. Sin embargo en
función de dónde los recojamos pueden tener polvo y arenilla de caminos y
pistas, también otras partículas que puedan haber caído sobre ellas. Si ha
llovido recientemente ya están lavadas de forma natural y las veremos limpias,
pero si el verano ha sido muy seco pueden estar bastante sucias.
Recuerdo
por ejemplo el verano de 2012: aquel año en Navarra no llovió desde mayo hasta
noviembre y las endrinas que recogí en Tierra Estella estaban cubiertas
de una capa de aspecto terroso. No quedaba duda de la necesidad de lavarlas.
Lo
más aconsejable desde mi punto de vista es lavarlas siempre. El mejor método lo
descubrí en mi visita a Bodegas Palacio de la Vega (entrada Visitando bodegas de pacharán): desde entonces pongo
las endrinas en una cazuela y desde el grifo le hecho agua hasta rebosar. Al ir
rebosando el agua arrastra todas las impurezas que flotan (trozos de hojas,
ramitas que sin darnos cuenta hemos cogido). Después saco las endrinas con la
mano para separarlas del resto de impurezas o echándolas en un escurridor de
pasta para que el agua arrastra las impurezas que no flotan (arena, tierra…)
Las endrinas se secan enseguida porque la pruína, esa cera que recubre la piel
de las endrinas y que les aporta su característico color azulado, es hidrófoba y
hace que el agua se escurra de la piel.
¡Ya
tenemos las endrinas listas para hacer nuestro pacharán!