Estoy de nuevo en la barra disfrutando mi copa de pacharán navarro a pequeños sorbitos, como a mí me gusta. Y viene a mi memoria la canción que escuchaba esta mañana en el coche. Un grupo poco conocido, Le Punk, cantaba “No se puede vivir del recuerdo. Ni vivir sin recordar”.
Miradas
Hoy estoy tomando la copa de pacharán en mi bar preferido. Me gusta este bar porque no hay televisión y siempre puedes escuchar música, además a un volumen que permite mantener una conversación.
A esta hora de la tarde no hay mucha gente pero la barra está ocupada; yo encontré un hueco al fondo y allí tomo mi copa a pequeños sorbos, como a mí me gusta.
Echo un vistazo al periódico por fuera, portada y última página, pero nada me interesa así que no lo abro. Levanto la vista y mi mirada se cruza con la de una chica al fondo de la barra; mantenemos la mirada unos segundos, casi llego a esbozar una sonrisa pero... menos mal que no sonreí: ya dejó de mirar.
Curiosa sensación esta de cruzar una mirada con una extraña, hay ocasiones en que parece que algo se transmita por el aire, casi puede sentirse. Como hoy.
Me he quedado algo nervioso. ¿Habrá sentido ella algo? Doy vueltas a mi copa, miro cómo el pacharán gira y moja las paredes, me entretengo así porque no me atrevo a levantar la mirada. Sé que si la levanto mi vista volverá a dirigirse a la chica.
¿Y si me está mirando? No sabría qué hacer, mantener la mirada, sonreír, volver a bajar la vista rápidamente...
¿Y si no mira? Claro, porqué iba a volver a mirarme, lo mismo estaba mirando a alguien detrás mío. Ahora sí que levanto la vista pero para mirar al otro lado: no allí no hay nadie, estoy al extremo de la barra.
Doy el último sorbo de pacharán y me despido del camarero. A ver cómo hago ahora para salir del bar, allí al fondo estará la chica. ¿Qué hago? ¿Dónde miro? Mejor al suelo, sólo me faltaría tropezar y caer encima de ella.
Llego a su lado, miro de reojo y... donde ella estaba sólo queda una taza vacía que el camarero ya está recogiendo.
Sol de invierno
Aunque todavía es invierno me estoy tomando mi copa de pacharán navarro en la terraza, a primera hora de la tarde, aprovechando este día tan soleado.
Sentado en la terraza disfruto exponiendo mi cara al sol, como si lo mirara con los ojos cerrados. Noto su caricia en la cara y una ligera sensación cálida en el cuerpo, transmitida por la ropa de abrigo que llevo puesta. Disfruto también el sopor, esa agradable sensación de somnolencia que sólo el sol de invierno es capaz de conseguir manteniéndome en una duermevela en la que nunca pierdo la consciencia.
Esperando la nieve
Como todas las mañanas llego muy temprano a la entrada del túnel del Perdón. Veo en la zona de aparcamiento un camión quitanieves parado, esperando. Había olvidado que hoy también anuncian riesgo de nevada y piden precaución en las carreteras. El frío no lo había olvidado, imposible olvidarlo con el abrigo puesto dentro del coche.
Naufragamos
Termino mi café y disfruto el aroma de mi pacharán navarro servido en copa, como a mí me gusta. Me distraigo porque alguien deja un periódico a mi lado, encima de la barra. En la primera página destaca la fotografía de un barco muy grande totalmente escorado, acostado sobre el mar. No necesito leer su nombre, ya todos lo sabemos: Costa Concordia.
Pacharán en la cocina
Me he apuntado a una cata de pacharán navarro. Quién lo hubiera pensado hace unos años, cuando sólo se oía hablar de catas de vinos. Hoy nos encontramos con catas de aceite, de quesos… y ninguna de ellas nos suena raro, hemos aprendido que nuestro paladar se puede educar para apreciar las diferentes características de cualquier producto.
Enero
Esta noche de enero de nuevo disfruto de mi momento pacharán: sentado en el sillón escucho música dando sorbos de mi copa de pacharán navarro.
Por alguna razón siempre el primer mes del año se nos hacen las cosas más cuesta arriba, o al menos eso tendemos a decir.
La columna de Patxi Arán
Se pueden contar muchas cosas del pacharán (en este blog podéis leer unas cuantas) pero también hay muchas otras que se pueden contar con el pacharán: conversaciones que se escuchan en una barra, escenas que vienen a la memoria a través del aroma de una copa de pacharán, anécdotas que se comparten con los amigos tomando una copa.
Y son muchas las cosas que se oyen tomando una copa de pacharán, quizás porque no hay bebida que anime mejor una sobremesa. Su amabilidad en el paladar, su larga y agradable permanencia en la boca parecen animar a hablar, contar confidencias… a sincerarnos con la familia y los amigos.
La Columna de Patxi recoge algunas de estas escenas. Me ocurren en la barra de cualquier bar bebiendo a sorbitos una copa de pacharán, como a mí me gusta. O se me ocurren al final del día en el sillón de casa, escuchando música mientras el dulzor de cada sorbito de pacharán va atrayendo el sueño.
Algunas te parecerán interesantes, quizás hasta divertidas. Seguramente otras no te dirán nada. Así es la vida: no todas las cosas que nos ocurren son divertidas ni a todo el mundo interesan por igual. En fin, confío que algo encuentres que merezca el tiempo que a leer este blog has dedicado.
Quiero aprovechar para agradecer al Consejo Regulador del Pacharán Navarro y a la Asociación de Hostelería la publicación de varias de las columnas en la revista de la asociación durante el año 2011. No sólo por el interés que han mostrado al publicarlas, también porque su publicación fue el germen de algo que fue creciendo hasta tomar forma de blog.
Y a ti también: gracias por leer.
Pacharán con cabeza
Estoy de nuevo en la barra de un bar después de cenar, disfrutando mi copa de pacharán navarro a pequeños sorbitos, como a mí me gusta. Y “sin querer” escucho la conversación de mis vecinos de barra: al parecer varios de ellos están de acuerdo en que el pacharán es cabezón.
Pacharán y juventud
Cuando somos jóvenes siempre nos vemos distintos que las generaciones anteriores. Seguramente no lo seamos, pero nos vemos distintos y buscamos actitudes que marquen esas diferencias.
En mis tiempos jóvenes el pelo largo, el calimotxo, la canción de autor, las juergas por los bares hasta el alba y el cubata navarro o pacharán con naranja, butanito lo llamábamos.
Vivir bien
De nuevo disfruto de mi momento pacharán: sentado en el sillón, escuchando música y dando sorbos de mi copa de pacharán navarro. Muchos días, mientras disfruto de este momento de tranquilidad, pienso: qué bien vivo.
Y viene a mi memoria el sorprendente, inolvidable texto del escudo en una vieja fachada que encontré en Valpuesta, en el valle de Valdegovía: “Vive bien que has de morir”.
Suerte
He comido el menú en el restaurante habitual; no dan copas en la mesa para agilizar y doblar mesas así que me estoy tomando mi copa de pacharán en la barra del bar. Doy un sorbo de pacharán mientras veo en la televisión las imágenes de la noticia del día. Es una noticia nueva pero las imágenes podrían ser de archivo: el gordo de la lotería de Navidad ha caído en un pequeño pueblo de Huesca y los afortunados gritan, cantan, bailan y beben cava.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)